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Ep 26: El campeón

A Diego le encanta jugar al ajedrez. Uno de sus tíos le enseñó a jugar a este maravilloso juego de estrategia y planeación cuando tenía doce años. Una vez que Diego entendió cómo jugar al juego, siempre quería jugar con alguien. Su abuelo sabía jugar al ajedrez y Diego le pedía que jugara con él. Diego, su hermana y su madre vivían en la casa de su abuelo. Su padre y su madre se separaron cuando Diego tenía seis años y después se fue a los Estados Unidos y nunca más supieron de él.

La casa del abuelo era una casa grande y no solamente Diego, su hermana y su madre vivían ahí, sino que también vivían dos de sus tías con sus hijos y uno de sus tíos con sus hijos. Los primos de Diego tenían una edad similar a la de Diego y también sabían jugar al ajedrez, pero no les gustaba jugar al ajedrez tanto como a Diego. Sus primos jugaban con Diego de vez en cuando, pero, muy pronto, Diego comenzó a jugar mejor que ellos. Él siempre les ganaba y sus primos ya no querían jugar con él.

Como sus primos ya no querían jugar con él, Diego le pedía a su abuelo y a sus tíos que jugaran con él. Al principio, Diego no podía ganarles. Tanto su abuelo como su tío siempre le ganaban a Diego. Sin embargo, eso no lo desanimaba. Quería jugar otra vez, y otra vez, y otra vez, y otra vez. Diego no se daba por vencido y poco a poco comenzó a jugar mejor y comenzó a ganarle los juegos a su tío y a su abuelo.

Un par de años después, mientras estaba estudiando en la escuela secundaria, una profesora les anuncio durante la clase que habría un torneo de ajedrez en la escuela. Cada dos años, la escuela organizaba un torneo de ajedrez y los mejores jugadores de otras escuelas secundarias venían y participaban en el torneo. El campeón y el subcampeón recibían un premio y un reconocimiento de la escuela. Además, recibían un patrocinio de la escuela y podían ir a competir a otros torneos a otras escuelas con todos los gastos pagados.

A Diego le emocionó mucho la idea de participar en un torneo de ajedrez. En ese momento, Diego ya les ganaba todos los juegos a su abuelo y a su tío. Era una oportunidad para poner en practica su habilidad contra otros contrincantes. Diego no tenía un juego planeado. No tenía un juego de estrategia o un juego de táctica. Tenía un juego más de intuición. Él movía sus piezas más por intuición que por estrategia. Diego estaba muy emocionado y se puso a practicar mucho para prepararse para la competencia.

Cuando el día de la competencia llegó, todos los participantes se congregaron en el salón más grande de la escuela. Había muchos participantes y muchas mesas con tableros de ajedrez y relojes de ajedrez. Cada mesa tenía el nombre de dos participantes y una de las maestras iba de mesa en mesa y llamaba los nombres de los participantes para cada mesa. Había más participantes que mesas disponibles, así que habría tres rondas para darles la oportunidad de jugar a todos los participantes y a Diego le tocó jugar en la tercera ronda.

Cuando la maestra llamó el nombre de Diego, él se dirigió hacia a la mesa, saludó a su contrincante y comenzó así su primer juego. Entonces, a Diego le tocó abrir el juego y mover la primera pieza. Diego tenía la costumbre de iniciar su juego con el caballo, así que sacó el caballo de su posición para iniciar su juego. En el ajedrez, el caballo es una pieza de mediana importancia. La pieza más importante para proteger es el rey y la pieza más poderosa del juego es la reina.

Muy pronto, Diego y su contrincante comenzaron a mover sus piezas. No pasó mucho tiempo. Tal vez después de cinco turnos, su contrincante colocó su reina a un lado del rey de Diego y dijo: “Jaque Mate”. En ajedrez, se dice Jaque Mate cuando no hay salida para el oponente. Es el momento final. Es como decir: “Yo gané”.

Diego no lo podía creer. Observaba el tablero y no entendía como su contrincante pudo ganarle tan rápido. Su contrincante comenzó a levantarse de la mesa y llamaba a la maestra para indicarle que ya se había acabado su juego. Diego veía el tablero y se dio cuenta de que su preciado caballo estaba en una posición en la que podía comerse a la reina de su contrincante. Entonces, Diego le habló a su contrincante y le mostró como su caballo eliminaba a su reina. Su contrincante tenía una gran cara de sorpresa. No lo podía creer. No se dio cuenta de la posición que tenía el caballo de Diego y ahora había perdido su pieza más importante. Se sentó de nuevo y continuaron el juego.

El juego duró cerca de una hora. Al final de juego, Diego y su contrincante tenían solamente dos piezas restantes. Diego tenía al rey y una torre y su contrincante tenía al rey y a un caballo. Cuando la maestra llegó a su tablero para revisar el juego, les dijo que era un empate. Ya no había más que hacer para ganar. Ninguno de los dos podía ganar el juego con tan solo dos piezas. Entonces, la maestra les dijo que era un empate.

Antes de irse, la maestra le puso su mano en el hombro a Diego y le dijo: “¡Felicidades, Diego! Empataste con el campeón del año pasado”. Diego no sabía que estaba jugando su primer juego con el campeón del año pasado. Se sentía orgulloso de que pudo empatar un juego con el campeón.

Esa era la última ronda de juegos de ese día. Ya no había más jugadores esperando la mesa, así que el campeón le preguntó a Diego si le gustaría jugar un juego más antes de irse. Diego le dijo que sí. Entonces, volvieron a organizar el tablero y comenzaron un nuevo juego. No pasó mucho tiempo y en menos de diez turnos, el campeón le dijo a Diego: “Jaque Mate”. Esta vez era realmente Jaque Mate.

–¿Quieres jugar otro más? –le pregunta el campeón a Diego.

–Sí, vamos a jugar otro –le contesta Diego.

Rápidamente volvieron a preparar el tablero y comenzaron otro juego. De nuevo, en menos de diez turnos. El campeón le volvió a ganar a Diego.

–Jaque Mate –indicó el campeón.

Diego observó el tablero y era verdad. Había perdido el segundo juego también. El campeón se levantó de la mesa, le agradeció a Diego por los juegos, le extendió la mano, ambos se dieron la mano y el campeón se fue de la mesa. En ese torneo, Diego jugó cinco juegos en total. Ganó dos, perdió dos y empató uno con el campeón.

El siguiente año, Diego comenzó a querer pasar más tiempo en las fiestas y con sus amigos.
Comenzó a perder interés en el ajedrez. Ya no le llamaba la atención jugar al ajedrez tanto como antes. Sin embargo, aquella experiencia la tenía muy presente en la mente y siempre la usaba como un tema de conversación entre sus amigos. Pudo empatar un juego oficial con un campeón de ajedrez. No cualquiera lo lograba. Ahora tenía una historia que podía contarle un día a sus hijos o a sus nietos.

By Joel Zárate

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Story written by Joel Zárate

Read by Milton Ralph & Alba Sánchez.

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